Pienso en mi vida. Intento analizar muchas de mis conductas y el por qué de algunas de mis decisiones y comprendo que este principio básico que explica la historia de la literatura podría también aplicárseme a mí. Imitación u oposición. ¿Acaso existe otra posibilidad?. Todo acto que he vivido como una rebeldía no era más que la oposición a algún otro criterio y todo afán por ser otra cosa, distinta a la que era, no era más que un intento burdo de imitación.
Escritora, profesora de literatura, terapeuta... nada de eso me pertenecía. Ninguno de ellos era mi camino. Mi camino es la maternidad. ¿Qué como lo sé? Simplemente porque soy madre. No soy escritora, ni profesora de literatura alemana en ninguna Universidad, ni terapeuta, ni vivo en el extranjero. Esos son los caminos de otros, pero no son el mío y la aceptación de esta verdad tan simple, pero tan necesaria me ha llevado años de una frustración indecible, años de dudas, de no entender nada, siendo en realidad todo tan fácil, tan pero tan simple...
Necesité que llegasen mis dos hijos, los dos, para que el puzzle se completara y yo por fin pudiera comprender. Cualquier camino hacia la autorealización es válido siempre y cuando sea genuino, siempre y cuando no se transite por imitación o por oposición. Siempre y cuando uno sienta que pone el corazón cada segundo en lo que hace y que eso es lo correcto, lo que debe ser, lo que es.
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